El cacareado sorpasso a las veintidós preseas de Barcelona'92 no tuvo lugar y la nutrida representación española se quedó en dieciocho medallas. Julián Galilea Martínez de Pinillos (Logroño, 1966) vio la cita parisina por televisión y ahora sigue, también desde la distancia, la nada mediática competición paralímpica que concluye este domingo. En los dos casos, La Rioja estuvo huérfana de representantes.
Las expectativas incumplidas en la capital gala tienen, en su opinión, un responsable: «Creo que Blanco se columpió un poco con las medallas». El presidente del COE y los medios se subieron a una ola de optimismo antes que la competición relegara al deporte español a su realidad olímpica. «Desde la distancia, creo que las ayudas a los deportistas no son las adecuadas».
El fracaso nacional tiene también sus ecos riojanos pues ninguno de los nuestros compitió en la Ciudad de la Luz. Preguntado por el estado del deporte riojano considera que «está dejado de la mano». «No ves a ningún deportista que destaque. Entiendo que es por falta de ayudas y de entrenadores cualificados», lamenta.
Aunque no ha sido un profesional del deporte, sí ha tenido la oportunidad de participar en dos citas paralímpicas. «LaONCE, en los 90, contrató una entrenadora para pruebas combinadas, Fina López, y yo me apunté». Se le dio bien hasta el punto que su caso es semejante al de Carlota Castrejana, olímpica en baloncesto y triple salto. «En Barcelona pude elegir entre atletismo y fútbol pero ya en Atlanta opté por el fútbol 7 porque conocía a los compañeros y había un gran ambiente», rememora. Ahora, no sabe si decantarse por el rey de los deportes o por el deporte rey aunque tiene claro que entre una medalla individual y una colectiva (fue bronce en Atlanta y en el Europeo de 1995) «me quedo con el placer de compartirla con un equipo».
La cita de Sídney le pilló mayor: «Tenía 36 años, me había casado y no me vi con fuerzas». Estuvo, pero como espectador. Aquejado de una parálisis cerebral leve, ha compaginado sin problemas la práctica deportiva con el ejercicio profesional. Julián Galilea vive en el anonimato absoluto y eso que durante treinta años fue el recordman de España en los cien metros C7. En 1991 firmó 13.02 en el hectómetro pero en la CiudadCondal, «a la que acudí con molestias», no pudo superarlo. Participó también en los 200 metros pero fue en el 4x100, «con José Manuel González, Marcelino Saavedra y Javier Salmerón», cuando se colgó la plata.
Pese a hacerse con el codiciado metal, no recibió compensación alguna. «A nosotros nos ignoraron por completo. Los oros olímpicos recibieron 300.000 euros de entonces y los subcampeones, 125.000 A los paralímpicos no nos dieron ni las gracias», critica.
Pese a que en estos treinta años se ha avanzado en la normalización del deporte discapacitado, considera que el camino por recorrer es mucho: «En La Rioja se desaprovechó la presencia de cuatro paralímpicos para dar más visibilidad». Junto a él, estuvieron en la capital catalana «Andrés Martínez, en lanzamiento de peso y disco, Santiago Pesquera en boccia y José Ignacio Hurtado en fúbol 7». Ninguno de ellos tuvo, en su opinión, el reconocimiento debido pues «las instituciones siempre nos han tenido abandonados». «El único que siempre se acordaba de nosotros era el malogrado ÁngelSancho», se despide con un sincero homenaje.