"Los juglares son los creadores de la lengua española"

G. Basurto
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El escritor y periodista Antonio Pérez-Henares presenta hoy en Nájera su novela El Juglar, en la que entrevera ficción e historia en torno a la figura de los trovadores y su importancia cultural

Antonio Pérez-Henares, durante la presentación de su último libro en la capital burgalesa. - Foto: Valdivielso

Decir, a 18 kilómetros de la cuna oficial del castellano, que la lengua que hoy hablan más de 600 millones de seres en el mundo la crearon los juglares puede parecer una provocación. Y a quien dicta semejante sentencia le importaría poco entrar el trapo del debate. Lo sostiene Antonio Pérez-Henares (1953, Bujalaro, Guadalajara), escritor y periodista poco dado a morderse la lengua y defensor de verdades históricas que contravienen lo políticamente correcto. 'Chani', como le llaman los amigos, presenta este jueves (19 horas) en el monasterio de Santa María La Real de Nájera su última novela, El Juglar. La voz del Cantar de Mio Cid, en un acto presentado por Raúl Briongos, director de El Día de La Rioja y de la televisión autonómica 7 La Rioja.

La relevancia que el autor atribuye a aquellos trovadores medievales va mucho allá de la idea estereotipada de meros recitadores de coplillas de feria en feria. «Se les debe un homenaje, porque son los creadores de la lengua española, sus padres fundacionales. La lengua que hablan ahora 600 millones de personas en el mundo comenzó en la boca y en los escritos de aquellos juglares », enfatiza Pérez-Henares. Y del nacimiento de la lengua española tiene mucho que decir La Rioja.

En esta tierra no solo se escribieron las Glosas Emilianenses, sino que en ella nació el primer poeta en lengua castellana, Gonzalo de Berceo, a quien el autor castellano- manchego no deja de considerar un juglar, cuando, por ejemplo, escribe Quiero fer una prosa en román paladino, en la cual suele el pueblo fablar a su vecino... El poeta riojano (Berceo, 1196) era un clérigo, sí, pero de alguna manera también un juglar, sostiene Chani. «Empieza a hacer algo inaudito, versificar en román paladino », es decir, en la lengua del pueblo llano, que acabaría convirtiéndose en el español, en un tiempo en el que otros juglares lo hacían en occitano o en catalán.

Según la tesis que sostiene Pérez- Henares, cabe preguntarse si hicieron más los trovadores por el triunfo de la lengua romance sobre el latín que monjes como el amanuense que anotó las Glosas en los márgenes del famoso Códice 60 de San Millán de la Cogolla. «Ahí hay una batalla entre el Mester de Juglaría, con monjes que trovaban en latín, y otros, como Gonzalo de Berceo, también monje, que empiezan a hacerlo en román paladino, es decir, en castellano».

Esa injusticia histórica con estos personajes a los que Antonio Pérez- Henares dedica su novela ha dejado sus nombres en el ostracismo. Ni siquiera la obra culmen de las composiciones poéticas hispanas, el Cantar de Mio Cid, para Chani el mejor de todos los cantares de gesta, tiene autor reconocido, pese a la multitud de teorías al respecto. Esa narración épica, que glosa la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, está omnipresente en la obra de Pérez- Henares, que no duda en calificarlo como «nuestra Ilíada» por su potencia poética y por la personalidad sencilla y profundamente humana de su protagonista, pese la idea generalizada del gran guerrero. Sobre Rodrigo 'el de Vivar' se han dicho muchas cosas, y hasta se le ha catalogado de mercenario, «una gilipollez», en palabras de Antonio Pérez-Henares.

DE RIEGO A LA CAMISA AZUL. Su figura rezuma tanto atractivo que ha sido utilizada a lo largo de la historia como arma propagandística. Al comienzo de la Guerra Civil española, el Cid fue considerado como un mito en el flanco republicano, junto a Pelayo, en contraposición a Franco, que asediaba Madrid con sus tropas moras. El himno de Riego habla de 'los hijos del Cid' y Antonio Machado, en 1938 en su discurso de la gran convención de escritores con la República, compara a los milicianos que combatían en el Jarama con las mesnadas cidianas. «Cuando Franco gana la guerra, le pone rápidamente la camisa falangista, pero el Cid no tiene la culpa de eso», apunta el autor de El Juglar.

Chani está encantado con la presentación de su novela en Nájera, panteón real con resonancias cidianas y donde descubrió hechos referidos al héroe castellano poco conocidos, como que dos tataranietos suyos fueron reyes que combatieron en las Navas de Tolosa. Con la novela como herramienta para reivindicar la figura de los juglares, el escritor alcarreño recrea vida y andanzas de tres generaciones de ellos, abuelo, padre y nieto, que a lo largo de la historia van componiendo y refundiendo el Cantar de Mio Cid. El relato transcurre en una Edad Media mucho menos oscura de lo que se piensa, plena de color, de cánticos e instrumentos, de juglares y juglaresas y hasta de una permisividad sexual que sorprende hoy.

 

 

De las ferias de ganado al lustre cortesano

Puede que la idea estereotipada del juglar traiga a la mente la imagen de un trovador trotamundos y de baja extracción social, pero los había de diferentes estratos, desde los más humildes, 'los cazurros', que recorrían aldeas, villas, ferias ganaderas o el Camino de Santiago, hasta los de mayor nivel, con acceso a los castillos de los nobles o a la corte de los reyes. En alguna medida -apunta Antonio Pérez-Henares- aquellos creadores y transmisores de historias, romances y coplillas bebieron de ideas y tendencias que recorrían la ruta jacobea o desde una Occitania más hispana que francesa. Eran de alguna manera «periodistas », transmisores de nuevas y noticias, y con gran libertad. Y si no, no hay más que leer el romance en el que la desheredada infanta Urraca amenaza a su padre, el rey Fernando I, con 'echarse a los caminos' y 'entregar su cuerpo gentil a los cristianos por gracia y a los moros por dinero'.