Misión itinerante

Feli Agustín
-

Alejandro Pérez, párroco de Grañón, oficia en la mañana del domingo cuatro misas en sendos municipios, una tarea pastoral que, reconoce, obedece al descenso de vocaciones

Alejado Pérez, uno de los 46 sacerdotes itinerantes que hay en La Rioja, abandona Corporales tras oficiar la primera misa del día. - Foto: Óscar Solorzano

En el día de la Santísima Trinidad, Alejandro vestía una casulla blanca sobre una alba del mismo color, anudadas con un cíngulo y sobre las que pendía una estola. Con puntualidad escrupulosa, a las 10.30, arrancaba en Corporales la primera de las cuatro celebraciones eucarísticas que iba a celebrar a lo largo de una agitada mañana.

«Jesús elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino que se mueve hacia ella. Jesús está siempre por la calle». Las palabras pronunciadas por el papa Francisco en una homilía en la que reflexionaba sobre los textos bíblicos en los que se relata las primeras salidas misioneras de Jesús junto al mar de Galilea se ajustan con precisión a la misión que tienen encomendada 46 sacerdotes riojanos, entre ellos Alejandro Pérez, a los que su tarea pastoral obliga a recorrer varios municipios para llevar la palabra de Dios.

Seis personas, Agapito, alcalde del pueblo desde hace 56 años, su hermana Mari, Yolanda, su mujer, Milagros, Pamu y Germán, encargado de tocar la campana, fueron los fieles que asistieron a la primera misa, en la iglesia de San Román de Morales, en cuya entrada les esperaba el sacerdote bajo un cielo que auguraba una soleada mañana. La perra Laica, acompañando a Mari, fue la primera en llegar, cuya puntualidad premió el cura con un pedazo de pan. «Es un poco de todos, de quien le de comer», explicaba Alejandro, afirmación que ratificó el can retozando alrededor de todos los vecinos que, antes de acceder al templo, del siglo XVIII, mantuvieron,  como es habitual, una amigable tertulia.

A pesar de ser pocos, cada uno se sentó en una banca que, curiosamente, compartieron los hombres, quienes, a diferencia de la gran parte de las mujeres, no comulgaron, y abandonaron el recinto media hora después. Unos minutos más tarde, el cura, con ropa de calle, montaba en su Seat Ateca en dirección al siguiente pueblo, a un kilómetro escaso, Corporales, donde la tertulia previa al inicio de la Eucaristía se repite. Alejandro constata que cada vez hay menos clero y menos fieles, lo que obliga a atender más parroquias y, aunque reconoce que no le cuesta esfuerzo desplazarse, confiesa que le requiere mantener mayor atención porque, explica, aunque para él son cuatro misas, es solo una para cada uno de los feligreses que acude al templo.

 Son ocho personas, de las que cinco provienen de Santo Domingo, las que se reúnen en la iglesia de San Martín, algo más pequeña que la de Morales, aunque con un púlpito elevado, a diferencia de la del pueblo vecino, donde el sacerdote está a la misma altura que su rebaño. Ello no impide que Alejandro abandone su lugar privilegiado y se acerque a los fieles, a los que se dirige a través de un micrófono inalámbrico mientras pronuncia el sermón.

El sacerdote canta bien, una destreza que le resulta muy valiosa en pueblos con escasos feligreses, y en los que no muchos le acompañan en las melodías que entona a lo largo de la misa, entre las que figuraba una de esas canciones que, aunque solo sea por el recuerdo infantil, todo el mundo conoce, Gloria, gloria aleluya.

 El alcalde, José Miguel, que junto con su mujer, Tere, llega cada domingo de Santo Domingo, se encarga después de abrir el bar, donde acuden ya más vecinos.  

Punto de encuentro. En esos pequeños municipios, reflexiona el párroco, la celebración supone un punto de encuentro, «es un momento para juntarse, de convivencia y para acudir al bar después», único momento que, en  temporada baja, abre, tanto en Morales como en Corporales. Acabada la celebración, el cura vuelve a desprenderse de su atuendo sacerdotal y se dirige a Grañón, a cuatro kilómetros, donde reside y donde celebra misa diariamente, que se ha hecho célebre porque de lunes a sábado se transmite vía internet, a través de Facebook o Youtube. Con una innovación reciente -la lectura del día se subtitula en inglés-, está dirigida a los peregrinos; Grañón es el último pueblo de La Rioja que atraviesa el Camino y el párroco relata que alguno de los caminantes la utilizan para que su familia compruebe que se encuentra bien.

Con más de medio centenar de feligreses, la misa adquiere otro tinte, con grupo de 'cantoras' que ponen de manifiesto su habilidad vocal, a las que acompañan el resto de asistentes en el estribillo. Cuenta con la ayuda de Paquita en las lecturas y de Isabel en las peticiones, que le suponen un alivio a la hora de celebrar la eucaristía, dedicada ayer a Rosi, una joven mujer que falleció el año pasado.

La lectura del Libro del Deuteronomio, la Carta de San Pablo a los Romanos y el Evangelio según San Mateo sobre el bautismo, una breve lectura, prologaban el sermón que dirigió a sus fieles, precisamente sobre la Trinidad y en el que introdujo pequeñas variaciones según en el municipio del que se trataba. En la jornada Pro Orantibus, dedicada a quienes se dedican a la vida contemplativa,  son ya las 13 cuando concluye la misa Grañón, único de los cinco municipios de los que es párroco titular donde celebra misa diaria, y encara un último tramo de 3,5 kilómetros, hasta Villarta-Quintana, donde ha de celebrar la última misa del día y donde César le ayuda en los preparativos.

Con unos minutos de retraso, comienza una celebración que tiene más que ver con la que se vive en Grañón -el número de asistentes ronda la treintena- que lo que sucede en Morales o Corporales. En la iglesia de Santa María la Mayor utilizan el incensario en varias ocasiones, preservando una vieja tradición de emplearlo los domingos de Pascua, y a la que se pondrá fin el próximo domingo, cuando se celebra Corpus Christi, que en todas las parroquias están ya pergeñando.

Son más de las dos de la tarde cuando Alejandro Pérez concluye las misas del fin de semana -el sábado había oficiado una en Quintanar de Rioja y otra en Grañón-, aunque su misión no había finalizado: llevó la eucaristía al domicilio de una feligresa con problemas de movilidad.

El párroco eligió que Villarta fuera la última localidad en oficiar la misa dominical porque le permite después acercarse al bar y charlar con los parroquianos que, en su mayoría, no han acudido a misa.

«Si hay menos vocación y familias cristianas en nuestra sociedad, es normal que haya menos vida religiosa y menos sacerdocio», reflexiona el religioso que, consciente de que las vocaciones surgen de las comunidades religiosas, lamenta que «si estas son cada vez son más pequeñas y están más envejecidas, hay cada vez menos gente joven que desee ingresar».

Pasadas las tres de la tarde, el cura de Grañón, Villarta-Quintana, Morales, Corporales y Quintanar volvía a coger su vehículo para dirigirse a San Vicente, su pueblo, donde iba a comer con sus padres.