En el campo, son piezas codiciadas por los cazadores;en las ciudades se han convertido en una plaga. La proliferación de palomas torcaces, que han cambiado sus hábitos migratorios y han encontrado en Logroño el clima perfecto para vivir todo el año, causa gran preocupación en el Ayuntamiento en su intento por controlar su población y evitar las molestias en un buen número de barrios de la ciudad, principalmente por la suciedad que generan con sus excrementos.
«Es un caballo de batalla que tenemos y que nos da muchos quebraderos de cabeza», reconoce Jesús López, concejal delegado de Medio Ambiente, Limpieza y Parques y Jardines, entre otras áreas.
El problema, al que se suma la presencia de las bandadas de estorninos ya presentes en la ciudad y con previsión de que sigan llegando en mayor número en próximas fechas, se extiende por toda la ciudad, en zonas con parques y arbolado, y obliga al Consistorio a realizar un esfuerzo ingente en medios técnicos, personal y gasto de agua para limpiar pavimentos, bancos, juegos infantiles y demás elementos del mobiliario urbano.
La presencia de torcaces y estorninos es generalizada, pero se ceba con zonas como el Parque del Carmen, la Plaza de los Tilos en Lobete, el Parque del Horcajo y otras zonas del barrio de Yagüe, La Cava, la zona del Parque del Semillero, Beratúa o los parques de San Miguel y San Adrián, entre otras.
Como explica el concejal, el problema con las torcaces, una especia antaño asociada al monte, ha surgido al variar sus hábitos migratorios en casi todo el sur de Europa, porque dejan de volar al norte y han encontrado en las ciudades un hábitat benigno por el clima y por la ausencia de peligros.
Son más problemáticas para la higiene pública que las palomas comunes, porque al ser más grandes, sus excrementos tiene el doble de tamaño. A eso se suma, que en este entorno realizan dos puestas de huevos al año, con lo cual una pareja puede criar en Logroño entre seis y ocho pollos.
«El problema es enorme, porque son una verdadera plaga», comenta Jesús López, que señala que pese a los esfuerzos de la empresa adjudicataria del servicio de control de plagas y ahuyentamiento de aves, resulta muy complejo lograr que desaparezcan de la ciudad o al menos reducir su número. El primer escollo para controlar su población, al igual que ocurre con los estorninos, radica en que su caza en entornos urbanos está prohibida por la Unión Europea.
Los estorninos, que llegan en grandes bandadas a sus dormideros de Logroño al caer la tarde, llevan ya casi dos meses en la ciudad, aunque se espera que su número aumente en próximas fechas.
A la espera de más estorninos. Tradicionalmente, estas aves solían abandonar la ciudad entre finales de septiembre y noviembre, pero ahora han retrasado su llegada. «Con el clima tan extraño que tenemos, las aves se encuentran despistadas», comenta el concejal de Medio Ambiente.
Los efectos de los enormes bandos de estos pequeños paseriformes los conocen bien en zonas como el barrio de Yagüe, que tienen que soportar con resignación los problemas de ruidos y sobre todo de suciedad cuando estas aves hacen acto de presencia, generalmente cuando el frío les empuja desde el norte y centro de Europa hacia climas más cálidos al sur.
Durante el día, palomas torcaces y estorninos suelen estar en el campo y en los parques periféricos. Las molestias comienzan por la tarde y la noche, cuando buscan en la ciudad, más protegida de las inclemencias y segura al ataque de sus depredadores, un cómodo refugio. «Como no se pueden cazar ni sacrificar, la solución hoy por hoy está lejos y es algo que ocurre en toda España», apostilla López.
En La Cava-Fardachón, la suciedad y los nidos de palomas han causado ya daños importantes. El presidente de la asociación vecinal de ese barrio, Carlos Salicio, explica que en su edificio, cuya comunidad preside también, tuvieron que gastar 12.000 euros en reparar y limpiar el tejado y desatascar canalones y bajantes, tamponados por la suciedad, hasta el punto de que sufrieron incluso inundaciones en los trasteros.
En esa zona de la ciudad, las 'ratas del aire', como las llama Salicio, se concentran en tejados y en los árboles del Parque Picos de Urbión y lo dejan todo perdido, incluso los coches aparcados debajo. El rastro de suciedad de los estorninos es también patente en un tejado de la calle Serradero, ennegrecido por completo por sus excrementos.
Sonidos, paletas, jaulas y rapaces
Ahuyentar palomas y estorninos no es tarea fácil y en ocasiones solo se logra moverlos de un lugar a otro. Como detalla el concejal delegado de Medio Ambiente, Jesús López, la empresa adjudicataria del control de aves usa distintos métodos para tratar de expulsarlas de las zonas donde generan problemas, pero el resultado no es el esperado, dado que la normativa de protección prohíbe su muerte. López indica que al llegar al Ayuntamiento, el nuevo equipo de Gobierno mantuvo conversaciones con la Dirección General de Medio Natural del Gobierno riojano, que autorizó aumentar la retirada de nidos. También se ha probado con jaulas en tejados para intentar capturar palomas y soltarlas después en Galicia, pero ninguna de las torcaces entra en esas trampas y en tres días los 300 ejemplares capturados eran todas comunes. Otro método son redes lanzadas por escopetas de aire comprimido, pero la captura resulta complicada. Se usan también paletas de madera para hacer ruido y megafonía con chillidos de rapaces. En algunas ocasiones, también se recurre al vuelo disuasorio de rapaces vivas. Pese a todos los intentos, palomas y estorninos campan a sus anchas.