La fuente Murrieta es todo un símbolo de Logroño, uno de esos lugares que sirven de referencia para quedar y un punto neurálgico en el que confluyen calles que dan acceso a barrios antiguos y nuevos de la ciudad y que además conecta el casco antiguo con las zonas de expansión de Logroño.
Por este entorno, que además de paso jacobeo, es también un vial de unión con La Rioja Alta y Castilla, han transitado muchos de los personajes insignes que han visitado la capital riojana a lo largo del tiempo. Sin embargo, Logroño no urbanizó la plaza donde hoy se ubica la fuente ornamental más señera de la ciudad y su entorno hasta el derribo de las murallas, en 1862. A la eliminación de esa barrera para el crecimiento urbano se le unió la cercanía del ferrocarril, que entonces discurría por lo que es la actual Gran Vía, lo que favoreció el desarrollo de toda esta zona de la ciudad.
Una de las primeras edificaciones que se construyeron en este punto, antes de que la zona se ornamentase con la fuente, fue la Casa Cuna, erigida por Benito Fernández en 1905. A diferencia de todos sus vecinos, el inmueble, ostensiblemente más bajo que los colindantes, muestra una estructura sencilla, con tres pisos de altura. La institución, sin embargo, se había fraguado en el año 1900, con el nombre de Asociación Cuna de Jesús. Los benefactores fueron el matrimonio Huesca y del mantenimiento se encargaban las Hermanas de San Vicente de Paúl.
En ese mismo año, se constituyó el Asilo Santa Rosa, ubicado en la casa del General Espartero, en San Agustín. En 1906, el edificio de la Casa Cuna fue donado a la ciudad por el Marqués de Murrieta, que, con este acto dará nombre a esa calle en ese mismo momento. La entrega oficial, sin embargo, se realizó el 3 de febrero de 1907, en un acto al que acudieron todas las autoridades del momento, realizándose allí, una ceremonia de bendición y posteriormente, la firma oficial de la escritura de donación. En este nuevo edificio, en 1912, se asentó de forma definitiva el Asilo de Santa Rosa.
Esta institución benéfica buscaba dar atención a párvulos y a madres pobres, a quienes se garantizaba una mínima alimentación. La entidad acogía a niños hasta los cuatro años. En los primeros momentos, llegó a haber más de un centenar de beneficiados.
Tras esto, el edificio siguió dando su servicio durante varias décadas y sobrevivió a la Guerra Civil. En 1945, la Gestión de la Casa Cuna pasó a Ibercaja, que continuó con el mantenimiento de la institución, hasta que cerró en 2005. Tras unos años en desuso, el edificio fue rehabilitado y se volvió a abrir como guardería.
Pese al paso del tiempo y de los avatares históricos, el edificio ha mantenido su esencia, de manera que en la actualidad sigue siendo referente como escuela infantil.