El PP ha ganado las elecciones al Parlamento Europeo con el treinta y cuatro por ciento de los votos y 22 escaños frente al treinta por ciento del PSOE, que logró 20 escaños. Los datos sirven para salvar la cara en los días después de la votación, pero abre un doble periodo político. En el primero nada ha cambiado y el modelo de crispación se mantendrá hasta que Pedro Sánchez decida convocar elecciones generales, como le demandan la derecha y la ultraderecha, como si la situación fuera la misma que en Francia o Bélgica, pero el presidente del Gobierno considera que los resultados de su partido le dan para aguantar.
El segundo escenario es el de apertura de un profundo debate interno en todos los partidos, porque los resultados no son buenos para ninguno de ellos, o al menos no cumplen con las expectativas creadas antes de la votación. La reflexión inicial debe ser sobre las estrategias de campaña, porque hay síntomas de que las ideas fuerza con las que se presentaron el PP y el PSOE ya tienen un escaso recorrido. El PP sigue sin derogar el sanchismo, el plebiscito sobre Sánchez no ha dado un vuelco a la intención de voto, centrar la campaña sobre el caso Begoña Gómez, tampoco ha sido decisivo, ha vuelto a tener un grave desliz con las futuras relaciones con Junts, tapado por la decisión de un juez, y ha vuelto a fracasar en su intento de morder el espacio de Vox.
El espantajo de que "el empate" del PSOE podía estar cerca cuando hace unos meses la distancia que les separaba era de diez puntos, unido al "gustazo" que se iba a dar Sánchez de superar a Feijóo, ha podido ser un elemento dinamizador del voto de última hora en favor de los populares. La prepotencia tiene peor fama que la prudencia. Pero una vez asimilado ya todo el aporte de votos de Ciudadanos, que le ha facilitado el crecimiento exponencial en varias elecciones, el PP tiene que crecer ahora por sus propios medios. Su futuro, sin embargo, sigue ligado a Vox, como en muchas comunidades autónomas y ayuntamientos y puede que a la vuelta de tuerca de la nueva ultraderecha.
Al PSOE también se le acaba la cuerda de ser el partido que puede frenar a la derecha y la ultraderecha, que en el cómputo global, incluida la extravagante formación de Alvise, saca más de diez puntos al conjunto de socios de aluvión de Sánchez, y aunque mantiene un suelo sólido en el que no ha hecho mella la ley de amnistía ni las comisiones de investigación de las mascarillas, ni las relevantes decisiones en materia de política exterior, su objetivo debe ser como recuperar el voto en las comunidades autónomas en las que no levanta cabeza, sobre todo las más pobladas que envían más diputados al Congreso. A su izquierda la reflexión ha de ser aún más intensa: ni Sumar despega ni Podemos se hunde, el proyecto de Yolanda Díaz tiembla por dos de sus pilares más importantes, Izquierda Unida y Más Madrid, que se han quedado fuera del Europarlamento y que pueden pasar facturas al cobro a la vicepresidenta segunda.
Sin más elecciones a la vista, Cataluña mediante, y con unos resultados en los que el PSOE ha salvado la cara y a sus socios no les interesa unas elecciones generales, el PP debiera abandonar toda esperanza de que Sánchez vaya a adelantar los comicios. Es el momento de que la legislatura comience a andar.