Sólo hace falta un breve paseo por las calles del casco viejo de Calahorra para darse cuenta de que es una zona que precisa soluciones. El reciente derrumbe de la última vivienda, en el número 13 de la Calle Casa Santa, vuelve a poner la cuestión sobre la mesa y, por lo que parece, no tiene fácil solución.
Algunas calles acusan de forma evidente la falta de cuidado en sus edificios, unas veces, por envejecimiento de la población, otras por abandono y otras porque las cuestiones hereditarias complican mucho el mantenimiento de los inmuebles. Edificaciones muy antiguas, en muchos casos apoyadas unas en otras, hacen que cada derrumbe se convierta en un peligro para las colindantes.
Antonio, de 18 años, su primo Brian, de 16, y su amigo Amin, de 21, llevan toda su vida viviendo en el casco antiguo de Calahorra. Saben por experiencia, a pesar de su corta edad, lo que es tener los vellos de punta cada vez que una casa se cae. Piensan en si de nuevo será la de alguien que conozcan, o si en la siguiente revisión del ayuntamiento será su casa la que se declare ruinosa. «Conocíamos a los vecinos de la Calle Casa Santa hace algo más de año y medio. Aquí nos conocemos todos» afirman los chicos.
En el caso de Antonio, la vivienda es de su familia y no pasan por una situación sencilla. «En casa somos cinco, pero sólo tienen trabajo dos. Bueno, yo mañana tengo una entrevista»cuenta con ilusión, «pero aquí todo es muy difícil y somos muchas familias, incluso con niños pequeños. Yno hay 'plan b'». De hecho, Antonio, padre y tío de Antonio y Brian, lo tiene claro:«Si declaran ruinosa nuestra casa, no tendríamos dónde ir».
Yendo a peor. Una de las calles que, a corto plazo, más puede verse modificada por esta cuestión es Portillo de la Plaza, junto a la Plaza de la Verdura, antaño llena de vida, y justo detrás de la vía en la que se derrumbó el último edificio. De hecho, los números 22 y 26 cuentan con expedientes de ruina. «Todo esto eran casas antes. Esta casa de al lado es de las que tiró el ayuntamiento y esas dos de enfrente habrá que tirarlas también. Al final, no va a quedar ninguna».
Amin, de padres marroquíes, también nació en el barrio. Vive en la Calle Santiago y dice que su casa es casi de tiempo de los romanos. «Se ve muy feo todo esto, que se vean los solares vacíos. Esta zona podría ser una zona muy buena pero nos da la sensación de que nos tienen un poco olvidados», afirma el joven. «Cada vez está peor, porque como las casas son baratas, hay más de una casa con gente indocumentada y okupas. Como siga así, en 2030 no va a haber quien viva aquí, porque el barrio se ve lleno de gente problemática, aunque aquí sabemos quién da problemas y quién no», continúa.
Mario, de 33 años, lo tuvo claro. Tras 18 años viviendo en el barrio, decidió mudarse a la calle Pintor Murillo. Opina que el hecho de que cada vez haya menos comercio en el barrio también es un problema. «Nadie quiere venir por aquí y viendo los huecos vacíos, menos van a querer.» Aún así, no les gustaría tener que dejar el barrio, lo que se necesita es una solución.
Su caso contrasta con el de otro vecino, apenas unos números más allá. En el 18 de la misma calle vive desde hace cinco años Isidoro. «Da miedo que se caigan las casas de alrededor, por si afecta a la mía, que está arreglada, pero casi más miedo dan los solares que quedan alrededor». Denuncia así la situación de estos espacios que, tras los derrumbes, no reciben cuidados.
Yes que la situación es compleja. Cuando un inmueble derruido, incluso a pesar de que haya sido uno de los 14 que lleva derribados el ayuntamiento de forma subsidiaria ante la inoperancia de los propietarios, el solar continúa siendo del dueño del edificio, por lo que los espacios quedan sin uso. Más de un millón de euros lleva el consistorio invertido en estas cuestiones y se prevé que vaya a más, si bien existe En algunos casos, ha habido propietarios que, según hemos podido saber, se inclinan hacia la idea de cederlos al ayuntamiento para hacer zonas de uso para los calagurritanos, pero en muchas ocasiones no es posible tomar esta vía y los solares acaban almacenando basura o, en el mejor de los casos, maleza y plagas.
«En verano, mosquitos y plagas de todo tipo que acaban llenándome la ropa tendida y hasta la pared y aunque he ido al ayuntamiento, debe ser que no pueden hacer nada, porque siguen sin venir a limpiar o fumigar o al menos desbrozar esta zona».
Isidoro sabe que la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo también está llevando estas cuestiones al ayuntamiento, pero va todo muy lento. «Yeso», continúa,»si no se meten los okupas. La casa que hay por encima de la mía está okupada y si un día se cae, les va a pillar dentro».
Y es cierto que las cosas de palacio van despacio y, en estas cuestiones, se nota más. La normativa a veces complica la rápida actuación por parte del consistorio y, por ello, se hace fundamental que se establezca un diálogo constante entre Ayuntamiento y población para escuchar las iniciativas que surgen a pie de calle y, en la medida de lo posible, poder mejorar la vida de los calagurritanos que, a día de hoy, habitan en uno de los barrios emblemáticos de Calahorra.
Arte y actividades que dinamizan el barrio
Los vecinos del Casco Antiguo de Calahorra se niegan a que su barrio se muera. Por eso, la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo colabora con el ayuntamiento y otras asociaciones para desarrollar actividades que dinamicen el barrio y atraigan visitas.
El próximo domingo tendrá lugar la última edición de este año del mercadillo de antigüedades del barrio, donde pueden encontrarse piezas muy interesantes y atrae aficionados de diversos puntos de La Rioja, Navarra y Soria entre otros.
También, cada año, algunos propietarios de solares y fachadas ceden sus espacios para convertir el Casco Antiguo en una exposición de arte contemporáneo con vocación de permanencia a lo largo del año. Es Arte Joven Calahorra y, junto con las fiestas del barrio, acaba de conformar tres citas ineludibles en la cultura local.