Lamine Yamal cierra en camilla el año en que asombró al mundo. Lesionado en su tobillo derecho, el joven genio azulgrana miraba este pasado sábado con preocupación los últimos instantes del Barça-Atlético, esos en los que los rojiblancos asaltaban Montjuïc, endosaban al cuadro culé su tercera derrota consecutiva como local y les arrebataban el liderato. Un triple castigo que evidenció que el bloque de Flick, sin Lamine en el campo, reduce ampliamente sus opciones de victoria. ¿Se puede depender tanto de un chico de 17 años recién llegado? La respuesta parece clara: sí.
De los 1.710 minutos que ha disputado el Barça en la Liga, 1.255 han sido con el canterano sobre el césped y 455 sin él. En el primero de los casos, el equipo acumula 44 goles a favor y 13 en contra; en el segundo, siete y nueve. Es un dato demoledor que evidencia la importancia del joven atacante en la estructura de este plantel. No fue titular en Pamplona, donde el equipo cayó por 4-2 en la primera derrota del curso, ni en el 1-2 ante Las Palmas (en ambos casos, salió en la segunda mitad); estaba lesionado cuando llegaron las dos salidas consecutivas a San Sebastián (1-0) y Vigo (2-2); se rompió en el sorprendente tropiezo ante el Leganés (0-1) y vio en la grada el 1-2 frente a un Atlético que llevaba 18 años sin ganar en la Ciudad Condal. Un empate y cinco derrotas frente a 11 triunfos y un empate (2-2 ante el Betis) con Lamine en plenitud.
De una forma casi inexplicable, el Barça parece haber vuelto a caer en la dependencia individual de un solo futbolista… tal y como sucedió con Leo Messi. Salvando todas las distancias entre ambos, la presencia del argentino sobre el césped lo condicionaba todo. Y cuando él no estaba (por lesión o sanción) el Barça parecía atascado. Quizás no fue el caso ante el Atlético de Madrid: el juego de los de Flick fue ágil, y generaron multitud de ocasiones y dispararon 19 veces al equipo más en forma del campeonato. El cuadro culé fue reconocible, pero volvió a caer derrotado. Y su futbolista más desequibrante sentado en la grada, lamentando esa lesión de grado 1 en el ligamento intertibio-peroneo anterior del tobillo derecho que le tendrá en el dique seco durante dos o tres semanas más.
El mejor
Al margen de sus cifras individuales, las sensaciones son diferentes con o sin él en el campo. Tácticamente, el Barça es más previsible. No hay nadie que tenga el regate del '19' azulgrana. Ganador del trofeo Kopa como mejor futbolista joven del mundo, es el jugador más desequilibrante de la plantilla (es el que más regates completa de la Liga, con 51) y su visión de juego en los últimos metros activa todo el plan de Flick (también lidera el 'ranking 'de asistencias, con nueve): desmarque, aceleración, precisión en el pase…
Tácticamente, la presencia del extremo resulta un quebradero de cabeza para el adversario… y su ausencia, un problema para Jules Koundé. Las peores actuaciones del francés en esta temporada han coincidido con los partidos sin Lamine. Esa constante sensación de amenaza que transmite obliga a los rivales a encerrarse, lo que permite al francés explayarse en ataque y tener menos peligro en su banda.
Flick ha buscado alternativas sin éxito. El técnico alemán ha probado con Ferran Torres, Olmo, Fermín y hasta con Pablo Torre, y también cambiando a Raphinha de banda en un par de ocasiones. Nada le ha funcionado al cien por cien. Ahora, en el parón navideño, rumiará cómo regresar a la competición: la Supercopa de España, el primer título en juego de la temporada para el Barça, arranca con el duelo ante el Athletic el próximo 8 de enero, una fecha muy justa para el regreso de Lamine. Arriesgar y exponerse a una recaída, o no arriesgar y perder todo el potencial del mejor futbolista joven del mundo. Una decisión comprometida.