Que la calle que vertebra Cascajos se llame Estambrera no es casual. En este moderno barrio logroñés se asentó en su segunda etapa de existencia la Estambrera, una popularísima compañía heredera, de alguna manera, de la tradición textil de la región, con antiguas fábricas de paños y la trashumancia, que en los siglos XVII y XVIII eran uno de los motores económicos.
Los orígenes de Estambrera Riojana SA hay que buscarlos tras la Guerra Civil, en un momento difícil en una economía regida por el modelo de la autarquía. La empresa la fundaron en 1949 antiguos fabricantes de lana de Cameros, que trasladaron la factoría desde la sierra a Logroño. El despegue económico de la Estambrera comenzó a finales de la década de los 50, como testimonian los anuncios en la prensa local de la época.
En esos momentos, la factoría se asentaba entre lo que hoy son avenida de Colón, calle Pío XII y la Plaza de la Alhóndiga. En 1953 contaba ya con 43 trabajadores. En octubre de 1954, Franco visitó la factoría y su proceso de producción. El traslado del ferrocarril desde la Gran Vía creó un nuevo polígono industrial donde se asentaron diferentes empresas, entre ellas Estambrera Riojana, que en 1957 adquirirá un solar en la zona. En los años 60 se vio favorecida por la entrada de inversores extranjeros, lo que se tradujo en mayor capacidad de producción. La empresa se especializó en hilo industrial y de labores domésticas. En aquello años de bonanza, Estambrera Riojana amplió considerablemente sus instalaciones y plantilla, de manera que en 1969 empleaba a más de 400 trabajadores, cifra que aumentó a 600 en la década de los 70. En aquella época, Prouvost, propietaria de Estambrera Riojana, creó en Logroño Europunto, una nueva firma filial, especializada en géneros de punto.
En 1971 la empresa se mudó al polígono de Cascajos. La fábrica se mantuvo e incluso creció durante la crisis de 1973, que castigó duramente a la industria textil, como demuestra el número de empleados, que superó los 900 en esta época, lo que la convirtió en una de las empresas más importantes de la ciudad, con un gran soporte logístico e instalaciones modernas.
Sin embargo, en las dos décadas posteriores, el textil entró en declive, lo que llevó a los dueños de Estambrera y Europunto a cerrar en 1992.