Hace unos años, si se clausuraba un fondo o un estadio entero por el comportamiento macarra y violento de un energúmeno o un grupo de ellos, los clubes salían disfrazados de víctimas y plañideras a lavarse las manos. «Que les sancionen a ellos, no a 20.000 o a todo un club». Hasta que aprendimos que cuando entras a un estadio formas parte de un 'todo'. Y si tanto dices querer a ese equipo, no caben las piedrecitas, los petardos, las bengalas o las ganas de romperte la crisma con la afición rival. Pero, ¿cómo sancionar cuando la 'macarrada' proviene del propio club, cuando ese energúmeno hace 'cosas de energúmeno' con sello oficial? Las redes sociales han añadido picante y sazón a la polémica, sí, porque el 'community manager' de turno ha tenido una mala tarde, la sangre caliente y los dedos muy rápidos. Pero, mientras algunos profesionales han de morderse la lengua porque reglamentos redactados con saña dictatorial los amenazan con graves sanciones (el ejercicio de contención de Garitano en el Bernabéu tuvo tanto estoicismo que acabó dando lástima), otros alimentan al monstruo sin complejos.
El pasado domingo se habló mucho de algún 'informe arbitral' de los que se emiten en la televisión oficial del Madrid. Reconozco que no había visto ninguno porque cualquier periodista sabe que es muy sano alejarse de la 'oficialidad' para no perder perspectiva. Y ni siquiera voy a entrar en el derecho legítimo de un club a sentirse perjudicado o en sí esas jugadas están bien o mal arbitradas. Solo apuntar, porque seguro que pasa en otras teles, radios y otros medios, que si son 'voces oficiales y autorizadas' de los equipos y pueden decir esas cosas sin cortarse un pelo, la presión insoportable y el ambiente venenoso convierten el arbitrar en España en una profesión de riesgo.