Si hablamos en España del cine documental, José Luis López-Linares está considerado uno de los mejores directores. Sus primeros pasos en séptimo arte fueron, sin embargo, como director de fotografía de cineastas tan famosos como Carlos Saura o Víctor Erice. Hispanoamérica se estrena tres años después de España. La primera globalización, que desmonta la leyenda negra española y se utiliza como material educativo de la asignatura de Historia de los colegios de la Comunidad de Madrid.
Cuando usted terminó España. La primera globalización tuvo claro que era necesario una continuación. ¿Qué cree que aporta o completa Hispanoamérica?
Creo que es una película distinta. Con España. La primera globalización se resuelve el tema de la leyenda negra y esto es otra cosa. A día de hoy, no hay ningún historiador serio que defienda esa leyenda. Este filme es un paso más y lo que intenta es mostrar la realidad de Hispanoamérica, lo que ha sido, lo que es y la necesidad que tenemos de ser conscientes de lo que somos.
Usted declaró que ambas películas han surgido porque estaba harto de medias verdades y de que España, según algunos políticos, tenía que pedir perdón por su Historia.
Eso fue realmente lo que me motivó a hacer España. La primera globalización y esta cinta está dirigida a los españoles de América ya que, realmente, el 90 por ciento de los que participan son de allí. Aquí se mezclan todos los acentos y se confunden de donde son, que es una cosa intencionada.
Hispanoamérica vuelve a desmontar la leyenda negra de la mano de prestigiosos estudiosos americanos. ¿Fue complicado encontrarlos?
No fue complicado encontrar esas voces, fue mucho más fácil que la primera película porque después de España. La primera globalización surgió una ola de gente que pensaba de esa manera.
El testimonio del historiador y mexicano Juan M. Zunzunegui es contundente al hablar de qué se encontraron los españoles y la magnífica impronta que dejaron. Parece que las cosas están cambiando.
En los testimonios recogidos intento modular los entusiasmos, con gente serena como Adelaida Sagarra, o más pasionales, como Zunzunegui. Jugamos con la línea discursiva y las diferentes personalidades. Cuando vas allí, te das cuenta que lo que perdura y mantiene la belleza en todos los pueblos y ciudades de América es lo que se hizo durante el Virreinato español. Es una contradicción porque hablan de ese tiempo como una época de horror y lo mejor que tienen es lo que se construyó en esos 300 años.
Su película está llena de color, gracias al arte barroco, y de sonido, por las influencias mutuas que tuvieron españoles e hispanoamericanos. ¿Fue una sorpresa cuando descubrió esos lazos que nos unen?
Yo leí un libro de Faustino Nuñez sobre América y el flamenco, me puse en contacto con él y hablamos sobre ello en la película. Y el arte barroco es impresionante. Tuve una sensación especial cuando entré por primera vez en la Catedral de Quito, pero también en la iglesia de San Pedro Apóstol del pequeño pueblo Andahuaylillas.