Mientras que el martes todas las miradas estaban puestas en el cielo, para no perder detalle del lanzamiento del cohete, ayer todo el mundo estaba pendiente de las calles de Santo Domingo de la Calzada, pues por ellas volvían a marchar en procesión sus jóvenes doncellas, que vestidas de blanco portaban el pan del Santo, para llevárselo a los ancianos del hospital como indica la tradición.
Si el primer día de fiestas los jóvenes de las cuadrillas portaban los estandartes, los petardos y los confeti y recorrían las calles con cánticos y celeridad, ayer se imponía un cambio de ritmo, para pasar a una procesión más tranquila, donde el bullicio se convertía en música y las botas y los vasos, en gafas y gorras de sol, para acompañar a las doncellas en su camino al Hospital del Santo, que hoy es una residencia de ancianos.
Prácticamente todo el pueblo estaba pendiente de esta celebración, que tiene «un gran valor emocional» y es que «cuando éramos pequeñas, nosotras desfilábamos como ellas hoy, y así lo han hecho nuestras hijas y nuestras nietas», comentaba una mujer, emocionada al recordarlo.
La procesión va por dentro para muchas personas, que se contentan con observar el paso desde los sitios que llevan reservando desde por la mañana. «Es una gozada verlas pasar», confiesa una vecina.
Para otros, parte de este evento consiste en vivirlo más allá que desde la distancia. «Es el caso de mi madre», confiesa Raúl, vecino calceatense que discute con ella sobre este respecto. Ella quiere elogiar a las doncellas y hablarlas, ya que «recuerdo que cuando era yo una de ellas los vecinos nos hacían sentir muy queridas y quiero transmitirles lo mismo», algo que no comparte el hijo: «A mí, la verdad, me avergüenza», reconoce.
Estas discrepancias no son más que las distintas formas de vivir una celebración que, como dijo el alcalde de Santo Domingo, David Mena, son para el disfrute de todos.
Casi normalidad total.
Tras perder las celebraciones por la crisis de la Covid-19, la procesión de las doncellas recupera su normalidad casi por completo.
De este modo, los anunciadores recorren con castañuelas y música las calles, anunciando que las chicas se acercan y, cuando pasan, con su ropaje típico y el mollete del santo sobre la cabeza –salvo la priora, que porta una figura del Santo–, les siguen los cofrades, las autoridades, la orquesta y un carro tirado por dos bueyes. El único punto del itinerario que no se ha podido realizar como antes de la pandemia ha sido la entrada al hospital, por lo que, para no poner en riesgo la salud de los ancianos, el acto se ha realizado a las puertas
Según cuenta la historia, Santo Domingo cuidaba siempre a los más necesitados, a los que daba pan. Las doncellas representan su hospitalidad y su compromiso con los hambrientos y, con este acto, entregan ese mismo alimento, hoy, a los ancianos del antiguo hospital.