"Los menores vienen cabreados o con las orejas bajas"

David Hernando Rioja
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El psicólogo de la Fundación Pioneros, Víctor García, destaca el trabajo que realizan con los menores condenados por violencia filioparental

El psicólogo Víctor García en las instalaciones de la Fundación Pioneros - Foto: El Día

El psicólogo de la Fundación Pioneros, Víctor García, explica la labor que realizan su centro de trabajo con los menores acusados por violencia filioparental y sus familias. Indica que todos los casos que les envían los jueces son de libertad vigilada durante una media de 12 meses, y los menores deben cumplir varias obligaciones.

La primera de estas obligaciones es la terapia familiar, que la Fundación Pioneros realiza con el programa Reencuentro. Este se desarrolla dentro del marco judicial en medio abierto y se pone en funcionamiento cuando el juez dicta, tras la denuncia de los padres, una medida para el menor que lleva un trabajo terapéutico y familiar.

El objetivo de este programa es construir un marco de convivencia familiar saludable para sus miembros. «Los menores tienen la obligación de realizar una terapia familiar con sus padres para restaurar ese vínculo y su relación», señala. «Les juntamos incluso cuando el menor cuenta con una prohibición de acercamiento», añade este psicólogo.

García asegura que estos encuentros tienen una evolución y una media de 16 sesiones por caso. Cuenta que los inicios suelen ser «duros». Los menores suelen mostrar dos facetas; la primera de ellas consiste en aparecer «muy cabreados» con sus padres por «denunciarles y traicionarles», y la segunda consiste en «asistir con las orejas bajas pensando que la han liado mucho».

Además, el juez pone a los menores unas  obligaciones de deshabituación de tóxicos, en el caso de que los consuman. También les hace participar en un programa de asistencia formativa o inserción laboral, es decir, «si están estudiando les tenemos que hacer un seguimiento para ver si van a clase, y si no lo están, les metemos en un programa de empleo para que busquen trabajo».

«El consumo fomenta la violencia y no tener nada que hacer crea malestar en los padres porque no les gustan que vivan con ellos personas que ni estudian ni trabajan», apunta.

Por otro lado, García asegura que no existe un tiempo concreto para solucionar cada caso. «El tiempo es aleatorio y depende de muchas cosas, como el punto madurativo del menor, su red de apoyos o la actitud de los padres», concluye.

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