Ánjel María Fernández (Arnedo, 1973) ha lanzado recientemente Había del verbo a ver, diario en el que narra su experiencia docente en el curso 2019-20, singladura académica marcada por la irrupción de la pandemia. El arnedano ha dejado la docencia para dedicarse a otros menesteres(corrección y redacción de textos) mucho más reconfortantes.
Las anécdotas que recoge en su diario se mueven entre lo trágico y lo cómico. Para explicar esta ambivalencia recurre a un genio del humor y mejor cineasta: «La comedia es igual a tragedia más tiempo, como dijo Woody Allen». «No obstante, incluso la tragedia», completa, «tiene grados. Lo podemos ver en las noticias».
Pese a la crudeza de su anecdotario, asevera que «lo nuestro en las aulas rara vez es a vida o muerte, aunque a veces pueda ocurrirnos lo que Samuel Paty, el profesor francés decapitado en 2020 a cuya memoria dedico el libro».
Su dietario no ha dejado indiferente a nadie por la crudeza del cuadro que describe. Entre la ironía y el sarcasmo, analiza con acidez el estado del sistema educativo. Y de esta vivisección, nadie sale bien parado.
Describe con amargura el oficio de profesor, del que afirma en sus páginas que es «un mero consumir segundos, minutos, horas, días» en el que muchas veces su merecida retribución es su única coartada. Extinguido el ruido, puntualiza que «el dinero no es el único aliciente, sino uno más, como en tantos trabajos». «El aliciente de enseñar a alguien una materia y aprender con él es el que a mí más me ha movido siempre, aparte de las vacaciones. Después, encontrar lectores entre los alumnos es también apasionante», agrega.
El desencanto subyace en sus páginas, aunque no siempre: «Por extraño que parezca yo siempre pensaba en formar a futuros hombres y mujeres que acabarían un día en la Universidad. Muchas veces mis alumnos se reían, pues yo confiaba más en su futuro (nada está escrito) que ellos mismos».
Sin embargo, su día a día está exento de romanticismo y cargado de mucha aflicción. Entre sus líneas recoge reflexiones como ésta: 'Hoy siento una desgana similar a la de tantos días en la época anterior al virus, cuando el virus era tener que ir al instituto'. Al respecto, y con la distancia que ha puesto de por medio, reflexiona que «la desgana a la hora de ir a trabajar es un mal de nuestro tiempo, quizá de todos los tiempos. Pocos son los que van con ganas al trabajo y unos afortunados los que lo disfrutan». «La profesión docente, hoy en día, no es distinta a las demás», continúa. «Creo que se tiene mitificada la figura del profesor y, por ende, se mitifica el oficio», agrega.
Aunque en su obra incide en que 'la falta de jerarquía' es uno de los problemas de los institutos, en realidad la casuística es multiforme: «Me temo que los problemas son variados y que hay uno, el económico, que es fundamental: el problema de los recursos en los institutos (materiales y humanos) y el problema de la pobreza, en cualquiera de los sentidos, de las familias».
Pese a que Había del verbo a ver, está cargado de desaliento y las reacciones de sus ex colegas se han movido entre la amplia gama que va de la comprensión tácita al rechazo furibundo, Ánjel María Fernández no es del todo pesimista, quizás porque mira su reciente pasado con perspectiva: «En el diario cuento que durante la pandemia hubo un chico de 3.º ESO que estuvo leyendo El Quijote por decisión propia y ese es el tipo de cosas que confirman que hay esperanza».