Detrás de la mirada más minuciosa sobre la arquitectura brutalista a través de la óptica de una cámara fotográfica hay una retina riojana. El mérito es del fotógrafo Carlos Traspaderne (Logroño, 1983), autor de Brutalismus, primer libro de fotografía brutalista en español (Editorial Aloha!), que recoge casi 300 imágenes de edificios de España, Francia, Reino Unido, Italia, República Checa, Eslovaquia, Croacia, Austria y Luxemburgo construidos bajo los parámetros de este estilo arquitectónico, caracterizado por las formas rotundas, angulosas, mayoritariamente monocromáticas y con uso generoso del hormigón visto.
La fascinación de Traspaderne por la arquitectura brutalista brotó al captar con su cámara las Torres Blancas de Madrid, un icónico edificio de pisos de lujo proyectado por Francisco Javier Sáenz de Oiza, que deslumbró al joven fotógrafo logroñés por su singularidad.
Pese a que se percibe un cierto resurgimiento, un reconocimiento de esta corriente arquitectónica nacida hace siete décadas y denostada durante mucho tiempo, el autor del libro cree que se habla poco de este estilo; «hay un cierto vacío». A su juicio, en una época en la que todo es volátil, la «materialidad contundente de los edificios de hormigón es todo un contraste».
Al abundante material gráfico, le acompañan en Brutalismus cuatro textos, uno de ellos del propio autor del libro, otro de una auténtica leyenda del brutalismo, como es Gérard Grandval, recientemente fallecido y padre de uno de los iconos del movimiento, Les Choux en Créteil, cerca de París. El tercer escrito lo firma Iñaki Ábalos, proyectista del soterramiento de Logroño y profundo conocedor del estilo desde sus tiempos de estudiante, cuando fue alumno de Fernando Higueras. El cuarto texto es del arquitecto logroñés Javier Medel.
Carlos Traspaderne ha puesto el objetivo de su cámara frente a inmuebles de todo el mundo, porque aunque no siempre se les reconozca como tales por el ciudadano de a pie, hay construcciones brutalistas prácticamente en cualquier ciudad. Y La Rioja y su arquitectura no es ajena a ese influjo. El arquitecto riojano y sacerdote Gerardo Cuadra, fallecido el pasado año, dejó para la posteridad obras enclavadas en el brutalismo, como la parroquia de San Pablo, en Logroño, o la Iglesia de La Unión de los Tres Ejércitos, en Clavijo. «Cuadra fue algo así como el Le Corbusier riojano», apostilla Traspaderne.
Especializado en fotografía histórica, el autor de Brutalismus solo dispara con cámaras analógicas. Y para meterse de lleno en el mundo brutalista optó por utilizar una Hasselblad 500 C/M de 1973, una máquina icónica, utilizada en su día para fotografías los edificios más significativos de este corriente. «Es como enlazar temporalmente con el brutalismo», resume.