La interrupción voluntaria de sus obligaciones como presidente del Gobierno durante cinco días presentada por Pedro Sánchez como un "tiempo para reflexionar" ha sido una puesta en escena, un fingimiento táctico amparado en un estado de ánimo que intentó justificar denunciando una supuesta campaña para desacreditar a su mujer en relación con informaciones que la relacionan con un presunto un caso de tráfico de influencias.
En su "carta a la ciudadanía", denunciaba el clima de polarización que padecemos y afecta al ámbito de los familiares de los políticos. Polarización a la que él ha contribuido con sus continuas descalificaciones a los dirigentes de la oposición.
Conviene no olvidar que Pedro Sánchez debutó en esa liga del "fango "a la que ahora señala llamando "indecente" al entonces presidente del Gobierno Mariano Rajoy en el transcurso de un debate cara a cara en vísperas de las elecciones. Es decir, que la cosa viene de atrás y tuvo su momento fundacional en un caso de corrupción qué con un añadido fuera de la sentencia fue esgrimido como palanca para forzar la moción de censura que le llevó a La Moncloa.
En la catarsis a la que ha sometido a sus partidarios -¡Qué humillante papel a la coreana del Comité Federal¡ - amagó con dimitir buscando el plebiscito y pese a la pobre respuesta de apoyo -en la calle Ferraz, 12.500 personas, frente al Congreso 5.000 - ha llegado a proclamar que no lo ha dimitido al constatar el "respaldo de la mayoría social".
Hemos asistido a una representación teatral. Una impostura puesta en escena con la realización en paralelo de una encuesta del CIS en la que -según José Félix Tezanos-, de celebrarse hoy elecciones, el PSOE se colocaría por delante del PP siendo el partido más votado con el 38,6% de los votos, seis puntos más que en la encuesta anterior del CIS. Y anterior al teatro sentimental de los últimos cinco días. De más está decir que ni el resultado de la encuesta es creíble, ni es decente que todo un país esté sometido a la tensión política que se deriva de los cálculos de un personaje en clara deriva hacia un cesarismo político inquietante.